Una asesora carcelaria del condado de Miami-Dade se cansó de ser el “blanco móvil” de los presos de la penitenciaría de Turner Guilford Knight, quienes la transformaron en “diana” de sus depravaciones, y tras ser desatendida en su requerimiento de protección optó por demandar judicialmente a las autoridades de la prisión.
Céneca Valdez llegó a la desesperación tras ser sostenidamente víctima de “gunning”, una degradante situación en la que los presos se masturban y sacan sus miembros entre los barrotes para “disparar”, en este caso, sobre ella.
El desagradable escenario determinó un sostenido ambiente de acoso que la asesora denunció repetidas veces a sus supervisores y autoridades. Además propuso alternativas para evitar el problema, sin embargo no se le permitió solución alguna bajo la premisa de que las circunstancias eran “una parte inherente del trabajo”.
Dentro de las notas de la demanda se conoció que Valdez incluso solicitó permiso para usar un pasillo interno que utiliza el personal médico para evitar pasar por las celdas, pero le fue negado.
Turner Guilford Knight Correctional Center, que alberga a hombre y mujeres, es una instalación que custodia a una población de 1 mil 300 presos. En sus instalaciones trabajan una variedad de profesionales que prestan servicios a la institución.
Los asesores carcelarios, quienes tramitan servicios y diligencias que están a disposición del sistema para los reos, realizan funciones de trabajo social por lo que se requiere que laboren dentro de los recintos penitenciarios.
Hay una historia oculta
Los medios de comunicación intuyen que hay una narración que no se ha activado. Solamente si se suman los por qué, se crea una puerta en la que la noticia de la demanda podría tomar otra dimensión.
¿Por qué el sistema carcelario no ayudó a una asesora de su “círculo laboral” a evadir el escarnio del “gunning” y dejó que la inevitable demanda legal se cristalizara?
Es un lugar común suponer que tanto trabajadores carcelarios como reos están de una u otra forma presos. Pero, por qué desatender las denuncias de una trabajadora que reiteradamente informó a sus superiores que los reclusos se masturban delante de ella y otras empleadas y les gritan obscenidades cuando recorrían los pasillos entre las celdas.
En círculos judiciales se conoció que en el libelo de la demanda, Céneca Valdez estableció que por diferentes vías, orales y escritas, informó a los supervisores de la prisión Turner Guilford Knight que los prisioneros repetidamente se masturbaban delante de ella y que además hacían comentarios y gestos vulgares.
La resiliencia de Valdez tuvo su tope el 19 de febrero, fecha en la que una corte Federal de Miami recibió la demanda ante la inacción de sus superiores jerárquicos que evadieron protegerla del “gunning”.
En la demanda se detalla que las autoridades de la cárcel hicieron caso omiso del acoso sexual a las empleadas por parte de los reclusos al considerarlo como “una parte inherente del trabajo”.
El camino de Céneca Valdez
Si activamos nuestros recursos de empatía podríamos tener un panorama psicológico de lo que vive la asesora carcelaria y otras compañeras en la prisión.
Ellas deben desplazarse por estrechos corredores entre celdas donde están los reclusos varones. Su pudor es “ultrajado”, obligadas a ver los genitales en erecta disposición, mientras una enferma algarabía apuesta por quien de los asiduos al “gunning” atina la eyección sobre la humanidad de Valdez.
Sus jefes no accedieron a facilitarle un acompañante. No estuvieron ganados para darle tranquilidad con opciones como un walkie-talkie o un “botón de pánico”, solo la olvidaron día tras día en ese círculo del infierno que se tornó su espacio laboral.
Los abogados de Céneca Valdez describieron en la demanda que el “gunning” interfirió significativamente en el desempeño laboral de su cliente, al “distraer, avergonzar, asustar y humillar a la demandante mientras intentaba cumplir con los deberes y responsabilidades de su cargo”.
La demanda, en la que se afirma que todo ello también interfirió con la salud mental de la demandante, fue notificado al alcalde de Miami-Dade, Carlos Giménez.
“La demandante estaba sujeta a acoso sexual repetido por parte de reclusos varones, incluidos, entre otros, los reclusos varones exponiendo sus genitales y masturbándose”, detalla el texto.
El “acoso sexual” de los presos varones a la demandante “se debió a su sexo”, precisa la querella.