La presencia de un padre en la vida de los hijos tiene un impacto significativo en su desarrollo emocional, educativo y cognitivo. Una casa fuerte y segura está compuesta por varios pilares que sostienen su estructura.
Un estudio de la Universidad de Yale publicado en 2011, señaló que los niños que tienen una relación cercana con sus padres tienen menos probabilidades de desarrollar ansiedad y depresión en la adolescencia y la adultez. Además, pueden tener una mayor autoestima y ser más seguros de sí mismos.
Por otra parte, un estudio realizado por el National Bureau of Economic Research en 2016 encontró que la participación activa del padre en el proceso educativo de los hijos se relaciona positivamente con el rendimiento académico y las tasas de graduación. Los niños cuyos padres están involucrados en sus estudios suelen tener mejores calificaciones, asistencia escolar y comportamiento en el aula.
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Igualmente, la presencia de un padre puede contribuir al desarrollo de habilidades sociales y cognitivas en los niños. Un estudio de 2008 publicado en la revista Child Development encontró que los niños cuyos padres hablaban con ellos regularmente durante su primer año de vida tenían mejores habilidades lingüísticas y cognitivas a los 3 años.
En la revista Pediatrics se publicaron los resultados de otro informe que señalaba que aquellos niños que habían contado con padres involucrados en su crianza en sus primeros años de vida, presentaban un menor riesgo de padecer problemas de salud mental a la edad de nueve años.
Igualmente, jugar con los padres durante la etapa preescolar se asocia a una disminución de los problemas de conducta y un mejor desarrollo de las habilidades sociales.
Los cuidados dirigidos a los hijos son una buena vía de redefinir la masculinidad.