En la era digital las aplicaciones de citas se han convertido en una herramienta indispensable para millones de personas en busca del amor. Tinder, Grindr, Bumble, Hinge y un sinfín de plataformas similares han revolucionado la forma en que muchos se relacionan. Pero, ¿qué hay detrás de esta fiebre por las citas virtuales? ¿Son realmente estas aplicaciones la solución a la búsqueda de pareja o esconden riesgos que podrían comprometer la salud emocional?
En 2022, Tinder celebró 10 años de existencia y ya tenía 323 millones de usuarios en todo el mundo. La psicóloga y consultora cultural, Zoe Mallett dijo a BBC Mundo que estas aplicaciones eran “increíblemente adictivas”.
“Te dan la posibilidad de conocer gente a la que quizás no conocerías de otra manera”, aseguró.
Pueden ayudar a encontrar el amor, pero al estar tanto tiempo en una pantalla, pueden incluso cambiar la forma en que los usuarios se comportan cuando conocen personas en el mundo real. “Los científicos lo relacionan con el juego. Es la sensación adictiva de no ganar siempre”, detalló.
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“Las aplicaciones de citas no son malas en sí mismas, depende del uso que hagamos de ellas. El problema que tienen es que por su formato fomentan que observemos al otro como un producto, invitando a un contacto más superficial. Además, normalmente se habla con varias personas a la vez al emplearlas, y al haber tantas opciones –más las que están ’entrando’ sobre la marcha– se fomenta esa sensación de “podría haber algo mejor” o “estar abierto a más cosas”, que dan lugar a menos implicación en esas relaciones incipientes y conversaciones que se están creando”, le dijo a Vogue el psicólogo Buenaventura del Charco.
¿Qué generan estas apps?
Primero dopamina. Es un mensajero químico que ayuda a sentir placer, llena el cerebro cuando hay una coincidencia en la aplicación, de acuerdo a un estudio del University College de Londres.
Uno de los mayores obstáculos es la opacidad de las aplicaciones de citas. Sus algoritmos, protegidos por la propiedad intelectual, son como una caja negra que determina con quién emparejan. Además, la falta de estudios exhaustivos impide conocer a fondo su impacto en los usuarios.
Al igual que otras redes sociales, las aplicaciones de citas tienen un claro incentivo: mantener a sus consumidores activos.
“Para mí hay una línea muy difusa entre lo que hacen las aplicaciones de citas y lo que han hecho las redes sociales”, afirmó Elias Aboujaoude, profesor clínico de psiquiatría en Stanford a NatGeo. La gente “empieza a depender de las aplicaciones de citas por motivos de autoestima, para conectarse superficialmente, para subir temporalmente su estado de ánimo”.