En términos generales, los productos de origen animal son más contaminantes que los vegetales. Por ello se multiplican los llamados a adoptar dietas vegetarianas o veganas como opciones más amigables con el clima. La carne es ampliamente reconocida como el alimento más dañino para el clima.
Un nuevo estudio publicado por el Consejo de Defensa de los Recursos Naturales aseguró que cada kilo de carne produce 26.5 kilogramos de emisiones de dióxido de carbono (CO2), es cinco veces mayor a la del pollo y el pavo. La agricultura animal es responsable del 14.5% de las emisiones de gases de efecto invernadero en el mundo según la Organización para las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). En segundo lugar, y si tomamos en cuenta el CO2 que se emite por kg. consumido, le sigue el cordero.
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Pero las dietas veganas o vegetarianas no son posibles para todo el mundo, así que una buena opción es reducir las porciones. Mantener cantidades pequeñas de carne roja y de aves de corral, pescado, leche y huevos, apostando además a comer muchas frutas, verduras y proteínas de origen vegetal, también traerá beneficios para la salud.
Una dieta de este tipo podría ahorrarle al planeta el equivalente a 5,13 gigatoneladas de dióxido de carbono al año, según un análisis de Carbon Brief de datos del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC).
La pérdida y el desperdicio de alimentos son responsables del 8% de las emisiones de gases de efecto invernadero, según la FAO. Esto sucede en distintos puntos de la cadena, desde que se producen los alimentos hasta que están en la mesa.
La descomposición de los residuos orgánicos en vertederos o rellenos sanitarios emite gases de efecto invernadero. Para tener una referencia: según información de la OMS, por ejemplo, el metano que se libera por esta descomposición representa cerca del 3% de las emisiones en la Unión Europea.
Por eso, reciclar los residuos orgánicos que desechas a través del compostaje reduce la huella de carbono de los alimentos.