Un estudio colaborativo que incluye la opinión experta de varias instituciones, ha colocado los reflectores en la vitamina D, a la que están dando un rol estelar en la prevención de enfermedades, papel que había sido representado hasta no hace mucho por la vitamina C.
El protagonismo de la vitamina C y sus beneficios como respaldo del sistema inmunológico, y más allá, por su capacidad de desacelerar los procesos de envejecimiento al ser un beneficioso antioxidante, han perdido terreno “a la luz del sol”.
Con el blindaje institucional que dan casi una centuria y media de tradición, la Universidad de Colorado demostró con rigurosos ensayos clínicos que existe una asociación entre la predisposición a enfermarse y bajos niveles en sangre de vitamina D.
Para esta revisión de laboratorio, el alma mater con sede el condado de Boulder realizó una alianza con el bicentenario Hospital General de Massachusetts, que es parte de corpus académico de la Universidad de Harvard y demoledor aval para defenestrar a la vitamina C del lugar que ostentó por décadas.
La vitamina D se encuentra en alimentos y suplementos en dos formas diferentes: D2 (ergocalciferol) y D3 (colecalciferol). Ambas aumentan la concentración de vitamina D en la sangre.
Se conoce que la vitamina D3, además de su función reguladora en la homeostasis del calcio y fósforo, tiene un papel relevante en la modulación de la respuesta inmune.
Estos datos en la década de 1980 pasaron de la academia directo al público y en los grupos sociales donde la osteoporosis causa pesadillas, se crearon cadenas de compras que la industria farmacéutica aprovechó por la ayuda que la vitamina D presta en la absorción del calcio para el buen funcionamiento de los huesos.
Las farmacias de todo el país se llenaron de comprimidos, gominolas, chicles, jarabe y hasta espráis de vitamina D, porque al no requerir prescripción y ser afamada como excelente socia del sistema inmunitario, todo el mundo la compraba.
También hay evidencias de su preponderante rol en la estabilización del sistema nervioso y macular; además hay estudios que confirma que podría ayudar a prevenir diversos tipos de cáncer.
Según nuevas investigaciones llevadas a cabo por la Universidad de Colorado, en el hospital general de Massachusetts, la vitamina D sería una pieza importante en la prevención de los resfriados y las enfermedades típicas de esta época del año.
Con este dato la academia ha revelado una verdad que siempre ha estado allí, pero que activó a la eficiente maquinaria del mercadeo para poner en nuestras manos ingentes cantidades de lo que seguro será conocido ahora como el “nuevo elixir para la salud”.
Es probable que muchos piensen abandonar el consumo de zumos cítricos y de masticables con vitamina C. Pero lo cierto es que no es recomendable. La sociedad entre la vitamina C y la vitamina D traerá muchos más beneficios porque su actuación en el organismo toma diferentes vías.
Entre los alimentos ricos en vitamina D están los aceites de pescado, la sardina, el atún y el salmón. Otras fuentes son los lácteos: leche, queso, yogurt, mantequilla y crema de leche; también está la yema del huevo.
Sin embargo la captación de vitamina D no es completa sin la exposición del cuerpo a los rayos del sol. De acuerdo a información ubicada en redes especializadas, el doctor Julián Conejo-Mir, catedrático de Dermatología y presidente de honor de la Academia de Dermatología, él asegura que “la vitamina D es una prohormona que debe pasar por modificaciones químicas en nuestro cuerpo para tener un efecto biológico; la más importante es la del sol, que la convierte en vitamina completa: el 90% la generamos exponiendo brazos o piernas 10 minutos, dos o tres veces por semana, sin protección.
Gustavo Rízquez.