La epidemia de opioides en Estados Unidos empezó en la segunda mitad de la década del 90. Cinco lustros han creado un negocio de $1.000 millones en drogas corroe a Kensington, Filadelfia. Las principales metrópolis estadounidenses alojan a inmensas colonias adictas al fentanilo. La nación tiene entre manos un problema de salud pública y social que se acrisola en los campamentos de sin techos.
Según los CDC “entre 1999 y 2019, casi 500 mil personas murieron a causa de una sobredosis relacionada con opioides. Las defunciones las ocasionan sustancias ilegales o recetadas por un médico”. Solo en 2019, alrededor de 136 personas murieron cada día a causa de una sobredosis de opioides. Representaron más del 70% de las muertes por sobredosis de drogas.
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En Filadelfia Kensington es el epicentro del desastre. La prensa internacional se ha ocupado de dar a conocer al mundo la situación en la principal metrópoli de Pensilvania. Una ciudad que lleva años lidiando con la epidemia y con las secuelas de pobreza y destrucción social que conlleva. Los campamentos de sin techo son la foto perfecta del problema. La mayoría de sus residentes son desplazados por su adicción a los opioides. La Ciudad mantiene su lucha, pero la pelea es desigual.
Un negocio de $1.000 millones
Desalojar campamentos de indigentes se ha transformado en una actividad habitual en Kensington. Los seducen con propuestas de recuperación, adjudicación de viviendas, pero el esfuerzo es costoso. La Ciudad pelea contra un negocio de $1.000 millones que sale de la venta de drogas.
Una de las víctimas del problema son los propios adictos. Los otros son los residentes de la ciudad. Los primeros tienen ideas de cómo superar la incomodidad que generan. El periodista Max Marin de Billy Penn trascribió algunas reacciones. Citó a Jason Meyer, quien observó desde su silla de ruedas la última intentona de desalojo de indigentes en Kensington. El personal municipal intentaba limpiar el caos cerca de las avenidas Kensington y Allegheny.
“Tiene que haber algún lugar donde puedan poner su tienda. Un parque, una zona, algún tipo de lugar designado”, dijo Meyer. “O simplemente se irán a las calles secundarias”. Otra voz escuchada fue la de Steve. Es un consumidor de fentanilo de 30 años que no quiso dar su apellido. Dijo que simpatizaba con la situación de los residentes.
“No puedes caminar por la acera”, dijo. “Yo también estoy aquí y creo que es una locura. De la noche a la mañana, la gente está siendo apuñalada. La gente tiene miedo de coger el tren para ir a trabajar. Tienen que hacer algo al respecto, y lo dice alguien que no tiene hogar y vive en la calle”.
En un punto de quiebre
La situación parece estar en un punto de ruptura para algunos. Los residentes de Kensington llevan años arremetiendo contra el Ayuntamiento. Son víctimas de una ristra de problemas: tráfico de drogas, violencia armada, falta de recogida de basura. Existe la crítica común. Aseguran de que los funcionarios” nunca dejarían que esto ocurriera en zonas más blancas y acomodadas de la ciudad”.
Eva Gladstein, subdirectora de Salud y Servicios Humanos de Filadelfia, sabe que se enfrenta a un negocio de $1.000 millones. Los opiáceos es el pívot del caos. Dijo que los equipos de divulgación han ayudado a más de 20 personas a conectarse con los servicios sociales. La pequeña zafra se cosechó durante el último mes de compromiso en los dos campamentos seleccionados. Además de otras cuatro personas este miércoles por la mañana.
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“Cuando podemos establecer la conexión adecuada para las personas, es realmente exitoso”, dijo Gladstein. “No funciona ni a la primera, ni a la segunda, ni a la tercera, ni a la cuarta vez para todo el mundo. Así que seguimos comprometiéndonos con los que podemos”.
Entre los dos campamentos atacados este miércoles, hay otra media docena de puntos que siguen creciendo. Kensington y Cambria. Kensington y Somerset. En McPherson Square, el parque situado en el corazón del barrio, se concentran al menos entre 80 y 100 personas cada noche. Así dijo Bill McKinney, director ejecutivo de la Corporación de Desarrollo Comunitario de New Kensington, que vive en las inmediaciones.