La economía, el sector con el que ha vanagloriado el presidente Donald Trump durante su mandato, se ha transformado en un terreno movedizo en el que de las pocas cosas que se pudieran cosechar estaría una derrota electoral en 2020.
Notablemente perturbado por los reportes de economía que aseguran que existe una desaceleración de la manufactura en el país, el gobernante trata de buscar culpables debido a que el área de los fabricantes, de gran influencia en todos los estados de la Unión, le dio la victoria como presidente en 2016 cuando estados como Pensilvania, Wisconsin y Michigan de ascendencia demócrata, viotaron por él para llevarlo a la Casa Blanca.
El culpable de la situación nuevamente es la Fed, y sobre el particular Trump apuntó que “a la Reserva Federal le encanta ver a nuestros fabricantes luchar con sus exportaciones en beneficio de otras partes del mundo”, afirmó. “¡Nuestra Reserva Federal lo ha estado considerando mal durante demasiado tiempo!”.
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De acuerdo a datos técnicos manejados por el Gobierno, la producción del sector manufacturero se ha reducido durante dos trimestres consecutivos, cumpliendo con la definición ampliamente aceptada de recesión. Ha sido uno de los sectores más afectados por la escalada de la guerra comercial de Trump con China.
Para muchos analistas políticos es claro que la caída podría complicar la campaña de reelección de Trump. La industria manufacturera juega un papel importante en estados clave como Pensilvania, Wisconsin y Michigan, que ayudaron a triunfar en la Casa Blanca cuando se voltearon en las elecciones de 2016.
La semana pasada, Trump dijo que aumentaría los aranceles sobre las importaciones chinas del 25 por ciento al 30 por ciento, y que aumentaría las tasas de los nuevos aranceles programados para entrar en vigor en septiembre y diciembre del 10 por ciento al 15 por ciento.
La medida siguió al anuncio de China de que tomaría represalias con sus propios aranceles sobre 75.000 millones de dólares de bienes estadounidenses, como los automóviles y la agricultura.
Desde entonces, Trump ha dicho que cree que las posibilidades de firmar un acuerdo comercial con China son buenas, aunque los funcionarios chinos negaron su afirmación de que el fin de semana se produjeron llamadas telefónicas de alto nivel sobre el tema.
Trump ha señalado con frecuencia a la Reserva Federal, el organismo independiente responsable de fijar la política monetaria y los tipos de interés, como la causa de los problemas económicos del país. Ha especulado sobre la eliminación de su presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, una medida que los críticos dicen que violaría la independencia del banco central, considerada durante mucho tiempo como un principio clave de un sistema financiero funcional.
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En un discurso la semana pasada, Powell dijo que la Reserva Federal actuaría como sea necesario para combatir el debilitamiento de la economía y señaló que la guerra comercial fue un choque perjudicial para la economía.
“Las perspectivas de crecimiento mundial se han deteriorado desde mediados del año pasado. La incertidumbre en la política comercial parece estar jugando un papel en la desaceleración mundial y en la debilidad de la manufactura y el gasto de capital en Estados Unidos”, dijo.
“Si bien la política monetaria es una herramienta poderosa que funciona para apoyar el gasto de los consumidores, la inversión de las empresas y la confianza del público, no pueden proporcionar un libro de reglas establecido para el comercio internacional”, agregó.
Trump llamó a Powell un “enemigo” en Twitter, comparándolo con el presidente chino Xi Jinping.
El crecimiento económico se ha desacelerado en los últimos meses y se espera que se estanque por debajo del 2 por ciento en los dos últimos trimestres del año, muy por debajo del nivel sostenido del 3 por ciento que la administración Trump ha prometido.
Una encuesta reciente de economistas encontró que aproximadamente un tercio espera que la economía se incline hacia la recesión en el próximo año.