El Caribe es colorido, es fiesta y emoción. República Dominicana es conocida por su café, su ron y su música, pero principalmente por la alegría de los dominicanos, y no podía ser otra cosa si el ritmo insigne de la isla es el soundtrack ideal de una escena feliz: el merengue, donde los problemas se sienten, pero también se divisan entre sonrisas, y ni hablar de la bachata, otra fiesta que ha evolucionado.
El merengue empezó a sonar desde mediados del Siglo XIX y es considerado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco desde el año 2016. Los historiadores han indicado que el merengue nació en El Cibao con el acordeón, la tambora y la güira. Luego llegó una versión más lenta denominada merengue Pambiche.
Cada 26 de noviembre se celebra en la isla el Día Nacional del Merengue desde el 2005. «En diversas ciudades de la República Dominicana tienen lugar festivales de merengue, entre los que destacan los celebrados cada año en Santo Domingo y Puerto Plata. El merengue se baila en pareja, acompañado de coqueteos y movimientos sensuales de los bailarines que giran al compás de la música interpretada con acordeones, tambores y saxofones, entre otros instrumentos. La iniciación a esta danza suele comenzar desde la más tierna infancia», explicó la Unesco.
También es muy popular en otros países de Centroamérica y América Latina, especialmente en Colombia y Venezuela, donde han surgido variantes de esta música y danza.
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La bachata y su reinterpretación
El merengue es insigne del dominicano, es orgullo y ha sido parte de su identidad desde inicios de su independencia, sin embargo, no pasó lo mismo con la bachata. César Muñoz en su web show «La Cata Musical», explicó que antes de Juan Luis Guerra, la bachata era considerado un género mal visto, especialmente por las clases altas y los medios de difusión.
Nace en la República Dominicana a principio de los años 60 está influenciada por ritmos como el Bolero, el son cubano o tríos mexicanos y puertorriqueños, venía acompañada generalmente de letras nostálgicas que hablaban del amor y el desamor. De acuerdo a la web de Barceló, etimológicamente el nombre significa fiesta o juerga, empezó a escucharse en los bares, prostíbulos y sitios de los barrios más pobres y marginales de Santo Domingo.
«Juan Luis Guerra con la inevitalidad de sus raíces, pero abonándolas con los aprendizajes de su vida hizo que germinara un género que estaba escondido y lo convirtió en un árbol del tamaño del planeta», mencionó Muñoz. Ahora es reconocida en todo el mundo y es también Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.