Los hongos ostra dorados, conocidos también como setas doradas u ostras amarillas, con sus brillantes sombreros amarillos y textura esponjosa, son una compra popular que se ofrece en paquetes de cultivo, así como en supermercados, mercados agrícolas y tiendas gourmet. Una investigadora de University of Florida advierte que están invadiendo silenciosamente los bosques y que ya se han observado en los mercados de Florida.
Michelle Jusino, profesora asistente de patología forestal en la Escuela de Ciencias Forestales, Pesqueras y Geomáticas (FFGS, por sus siglas en inglés) del Institute of Food and Agricultural Sciences (UF/IFAS), advierte que el cultivo de este popular hongo, tan apreciado por aficionados y conocedores, conlleva una gran responsabilidad al cultivarlo.
“El hongo ostra dorado puede parecer inofensivo en un tronco, pero parece ser un fuerte competidor en el bosque”, comentó. “Está asociado a cambios en la comunidad fúngica, reduciendo la biodiversidad y afectando potencialmente procesos como la descomposición de la madera y el ciclo del carbono”.
Esta advertencia surge a raíz de un estudio de campo reciente en Wisconsin, codiseñado por Jusino durante su etapa en el Servicio Forestal de los Estados Unidos. El estudio, publicado recientemente, revela cómo las actividades humanas, como la compra, el cultivo y el transporte de hongos, pueden introducir involuntariamente especies invasoras que alteran los ecosistemas.

Para comprender la propagación del hongo, los investigadores analizaron datos de ciencia ciudadana obtenidos de plataformas como iNaturalist y Mushroom Observer para mapear los avistamientos de hongos ostra dorados en Norteamérica. En tan solo una década, se ha extendido por 25 estados de los Estados Unidos, con reportes en Texas, el Distrito de Columbia, Virginia, Carolina del Norte, Alabama y Luisiana. La evidencia de un estudio pionero de Andrea Bruce sugiere que los hongos ostra dorados fueron introducidos de manera silvestre en los Estados Unidos a comienzos de la década del 2010.
“Está distribuyéndose lentamente hacia el sur, lo cual es realmente aterrador”, comentó Jusino. “En el 2016, el hongo se encontraba de manera silvestre en solo cinco estados, todos en el Medio Oeste y el Noreste, pero hoy creo que quedan menos de 10 estados al este del río Misisipi sin registros de hongos ostra dorados en estado silvestre”.
Jusino y su equipo de investigadores examinaron árboles de olmo muertos, tanto con como sin la presencia de hongos ostra dorados. Recolectaron muestras de madera a diferentes alturas de cada árbol y utilizaron técnicas basadas en ADN para identificar todas las especies de hongos presentes. Los resultados mostraron que los árboles con hongos ostra dorados tenían una cantidad significativamente menor de otras especies de hongos y los tipos de hongos presentes eran muy diferentes a los de los árboles no colonizados por esta especie. Algunos hongos nativos con importancia medicinal o ecológica se han visto impactados, mientras que pocas especies parecen prosperar junto a este hongo invasor.

“Queremos recordar a los cultivadores que no todos los hongos cultivados permanecen donde se siembran. Una vez liberado al aire libre, incluso de forma accidental, el hongo ostra dorado puede propagarse rápidamente y desplazar a las especies nativas”, señaló Jusino.
Los investigadores recomiendan el monitoreo, la educación y el uso de especies de hongos locales para prevenir futuras invasiones. Mientras tanto, Jusino desarrolla métodos de prueba para continuar la investigación.
A medida que se registran avistamientos del hongo ostra dorado en Florida, Jusino y otros investigadores enfatizan que incluso los hongos comestibles pueden tener impactos de gran alcance en los bosques. Conservar la biodiversidad de hongos nativos es esencial para mantener ecosistemas saludables y la diversidad genética que los bosques necesitan para adaptarse a un clima cambiante.
Aunque es una especie hermosa y comestible, se ha demostrado que puede escapar del cultivo y propagarse en bosques naturales, donde compite con los hongos nativos.

La investigación de Jusino también destaca un problema mayor: las invasiones de microorganismos suelen pasar desapercibidas en los esfuerzos de conservación. Mientras que las plantas, los insectos y los animales invasores se monitorean de cerca, los hongos y las bacterias pueden transformar silenciosamente los ecosistemas.
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“Los hongos invasores forman parte de la crisis de biodiversidad”, afirmó. “Son pequeños, pero su impacto puede ser enorme. Prestarles atención ahora nos da la oportunidad de proteger los ecosistemas nativos antes de que el equilibrio se altere aún más”.
Por UF/IFAS

































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