Hay números muy claros y hechos elocuentes. A los Estados Unidos les tomó una década localizar y asesinar a Osama Bin Laden. Ocurrió el 2 de mayo de 2011. El ataque a las Torres Gemelas y al Pentágono tuvo lugar el 11 de septiembre de 2001. Todo apunta que el saudí y su organización son los autores del golpe terrorista más sangriento dado en suelo estadounidense. Sin embargo, tras múltiples declaraciones ofrecidas recientemente, se especula que la política de “punisher” no funcionó. Al Qaeda tiene más adeptos que hacen 20 años atrás y Washington variados desfiladeros con los que puede tropezarse.
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Tras dos décadas del más intenso dolor, la Casa Blanca ha decidido dar un golpe de timón en política exterior. Así lo piensa el profesor de Estudios de Guerra, Andrew Mumford, de la Universidad de Nottingham. Según sus datos, el retiro de las fuerzas militares de Afganistán es coherente con lo que siempre pensó Joe Biden en torno a esa acción. “La lógica de su decisión se basa en su antigua creencia de que la guerra en Afganistán nunca fue ganable”. Estados Unidos invirtió 1 billón de dólares en el entrenamiento del Ejército Nacional Afgano durante casi dos décadas. Colocó miles de compatriotas bajo tierra y tiene en las manos sangre de una conflagración a la postre sin sentido.
Política del “punisher” no funcionó
El 16 de agosto de 2021 la Casa Blanca ofreció declaraciones del presidente Biden sobre Afganistán. “Fuimos a Afganistán hace casi 20 años con objetivos muy claros. Atrapar a quienes nos atacaron el 11 de septiembre de 2001. Asegurarnos de que Al Qaeda no pudiera usar Afganistán como base desde donde volver a atacarnos”. Dijo además que “nuestra misión en Afganistán no debía tener el objetivo de construir una nación”. Según el profesor Mumford las intenciones de Biden son claras. El pensilvano está intentando zanjar con una posición. Desea alejarse de la respuesta al 11-S como la causa principal de la acción de EEUU en el extranjero.

Según el columnista jefe del Financial Times, “no hay una forma elegante de abandonar una guerra que has perdido”. La política del “punisher” no funcionó. La estratagema iniciada por el Estado Mayor de George Bush denominada “Guerra al Terrorismo” atrajo más sangre.
Vengar la muerte de al menos 2.996 personas movió a la máquina de guerra de Washington. Según Amnistía Internacional, la guerra ha causado más de 150.000 muertos. Casi 60 mil serían militares y policías afganos. La ONU señaló que más de 38.000 muertos habrían sido civiles afganos. Más de 400 trabajadores humanitarios y 54 periodistas han sido asesinados en ese período. A la lista hay que sumarle los datos del Instituto Watson. La guerra costó la vida a dos mil 442 soldados estadounidenses. A seis civiles del Departamento de Defensa. Se suman tres mil 936 contratistas estadounidenses y mil 144 soldados aliados, según el informe.
Gracias por su servicio
La combinación de la “Guerra contra el Terrorismo” y su ampliación en la “Operación Libertad Duradera” buscaban activar la moral. La nación más poderosa del mundo había sido atacada medularmente por un “célula” de beduinos. Los “kamikaze” con turbantes superaron en ingenio a uno de los aparatos de Inteligencia más sofisticados del planeta.
Heridos en su amor propio fueron muchos los que se enlistaron. El agradecimiento “por su servicio” se transformó en una cortesía patria. No obstante, en las altas esferas del poder se discutía sobre la calidad de los pasos dados.

Política del “punisher” no funcionó en la mente de muchos, entre otras en la del funcionario Joe Biden. El profesor Andrew Mumford recordó en declaraciones recogidas por “La Conversación”, la postura de Joe Biden en 2008. “Se convirtió inmediatamente en el “pesimista de la casa” sobre Afganistán. Buscó la forma de minimizar la participación estadounidense”.
El asunto es con el Gran Dragón
“El presidente Biden ha pulsado firmemente el botón de ‘reinicio’ de la política exterior estadounidense. Lo ha hecho al retirarse de Afganistán con tanta determinación”. Para el catedrático de la Universidad de Nottingham la brújula de los Estados Unidos tiene otro norte. Desean “responder a las consecuencias militares y políticas del ascenso de China. Este es ahora el único juego en la ciudad de Biden”.
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De hecho, la vicepresidenta Kamala Harris, realizó una gira por Asia mientras se desarrollaba la crisis de Kabul. En el tour aumentó la retórica sobre China. El rumbo de la política exterior estadounidense para los próximos años ya está claro. Y casualmente coincide con los escarceos que tuvo Donald Trump durante el “reality” republicano que terminó en noviembre pasado.