Reencontrar la concordia es un deber cristiano que bajo el amparo del Señor, hace que las diferencias humanas no representen un “daño o un peligro”, por lo que el Papa Francisco urgió desde el Vaticano a la feligresía a trabajar por fortalecer la “fraternidad”.
Este clamor se conoció en el mensaje de Navidad del Sumo Pontífice, que se dirigió con severa dulzura a aplacar la confrontación que entre hermanos enceguece y lleva al mundo a crear nódulos oscuros donde el odio fractura el camino enseñado por Jesús.
Desde el balcón central de la basílica de San Pedro, el Papa suramericano expresó que las “diferencias no son un daño o un peligro, son una riqueza”.
El alto jerarca católico ejemplificó su idea tras decir que así “como para un artista que quiere hacer un mosaico: es mejor tener a disposición teselas de muchos colores, antes que de pocos”, de la misma manera es conveniente la existencia de las diferencias.
Además colocó como modelo a la familia, donde “siendo hermanos y hermanas, somos distintos unos de otros, y no siempre estamos de acuerdo, pero hay un vínculo indisoluble que nos une, y el amor de los padres nos ayuda a querernos”.
El Papa Francisco creó un ensayo filosófico en su discurso para destacar en el mensaje universal de la Navidad que “Dios es Padre bueno y nosotros somos todos hermanos”.
Con sus palabras atrajo la luz a un hecho que la visión cristiana de la humanidad trabaja desde siglos: “nuestros esfuerzos por un mundo más justo no llegarían muy lejos, e incluso los mejores proyectos corren el riesgo de convertirse en estructuras sin espíritu”, si no confiamos en el amor de Dios.
Jorge Bergoglio deseó “fraternidad entre personas de toda nación y cultura”, “entre personas con ideas diferentes, pero capaces de respetarse y de escuchar al otro” y “entre personas de diversas religiones”.
“La salvación pasa a través del amor, la acogida y el respeto de nuestra pobre humanidad, que todos compartimos en una gran variedad de etnias, de lenguas, de culturas, pero todos hermanos en humanidad”, señaló frente a decenas de miles de personas concentradas en la Plaza de San Pedro.
Deseó que en esta Navidad “redescubramos los nexos de fraternidad que nos unen como seres humanos y vinculan a todos los pueblos”.
En atención a la tradición anual, el Papa Francisco guardando el hilo discursivo de sus palabras bajo el signo de la “natividad”, realizó el triste repaso por los lugares donde se viven conflictos.
Rogó para que “israelíes y palestinos retomen el diálogo y emprendan un camino de paz que ponga fin a un conflicto que -desde hace más de setenta años- lacera la Tierra elegida por el Señor para mostrar su rostro de amor”.
Trajo con sus palabras al dolor que carcome a Siria “para que vuelva a encontrar la fraternidad después de largos años de guerra”.
Instó a que la comunidad internacional “se esfuerce firmemente por hallar una solución política que deje de lado las divisiones y los intereses creados para que el pueblo sirio, especialmente quienes tuvieron que dejar las propias tierras y buscar refugio en otro lugar, pueda volver a vivir en paz en su patria”
Imploró por que la tregua alcanzada en Yemen “pueda aliviar finalmente a tantos niños y a las poblaciones, exhaustos por la guerra y el hambre”.
Y su oratoria no dejó de mencionar al continente africano, “donde millones de personas están refugiadas o desplazadas y necesitan asistencia humanitaria y seguridad alimentaria”.
“Que la Navidad fortalezca los vínculos fraternos que unen la península coreana y permita que se continúe el camino de acercamiento puesto en marcha, y que se alcancen soluciones compartidas que aseguren a todos el desarrollo y el bienestar”.
Ya en América comentó que “este tiempo de bendición le permita a Venezuela encontrar de nuevo la concordia y que todos los miembros de la sociedad trabajen fraternalmente por el desarrollo del país, ayudando a los sectores más débiles de la población”.
Y que en Nicaragua “no prevalezcan las divisiones y las discordias, sino que todos se esfuercen por favorecer la reconciliación y por construir juntos el futuro del país”.
Su palabra se dispuso también en Europa Central y pidió consuelo para Ucrania, un país “ansioso por reconquistar una paz duradera que tarda en llegar”.
Y que las comunidades cristianas y todas las comunidades minoritarias puedan “vivir en paz y que vean reconocidos sus propios derechos, sobre todo a la libertad religiosa”.