El Congreso de los Estados Unidos en la era de Donald Trump, esa suma bipartidista que no ha escatimado esfuerzos en el “interesante” proceso que en guerra de pulgares ha derivado en un impeachment, podría pasar a la historia como el cuerpo legislativo que permitió que las infecciones bacterianas tomaran a la nación y acabaran por igual con las vidas de supremacistas, socialistas, radicales y moderados.
Aunque no se elude que la apocalíptica introducción está emparentada con la ficción, no menos cierto es que podría tornarse en una realidad si el gobierno no encuentra una fórmula adecuada para estabilizar a la mil millonaria industria farmacéutica encargada de la creación de nuevos antibióticos.
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Al parecer no todos los sectores de la acaudalada industria de los fármacos dejan ingentes ganancias. Según retórica de origen, es difícil encontrar un punto de equilibrio entre los años de trabajo, los billones de inversión y el tiempo que toma el retorno de capital cada vez que se encuentra un medicamento que derrota a las cada día más resistentes bacterias.
De acuerdo a un trabajo realizado sobre este tema elaborado por el periodista del The New York Times, Andrew Jacobs, los expertos dicen que el sombrío panorama financiero de las pocas compañías que aún están comprometidas con la investigación de antibióticos está ahuyentando a los inversionistas y amenazando con estrangular el desarrollo de nuevos medicamentos que salvan vidas en un momento en que se necesitan con urgencia.
Para el investigador de prensa de la Gran Manzana, se avecina una crisis en los antibióticos, mientras los fabricantes de medicamentos se van a la quiebra, “en un momento en que los gérmenes se están volviendo más resistentes a los antibióticos comunes”.
Es así que “muchas compañías que están desarrollando nuevas versiones de los medicamentos están perdiendo dinero y cerrando sus negocios, socavando gravemente los esfuerzos para contener la propagación de las mortales bacterias resistentes a los medicamentos”.
Y cuál es el asunto aquí
Las compañías que han invertido miles de millones para desarrollar los medicamentos no han encontrado una manera de ganar dinero vendiéndolos. La mayoría de los antibióticos se prescriben sólo por días o semanas – a diferencia de los medicamentos para enfermedades crónicas como la diabetes o la artritis reumatoide que han sido un éxito de taquilla – y muchos hospitales no han estado dispuestos a pagar altos precios por las nuevas terapias. El estancamiento político en el Congreso ha frustrado los esfuerzos legislativos para abordar el problema.
La Ley DISARM (Developing an Innovative Strategy for Antimicrobial Resistant Microorganisms Act of 2019), un proyecto de ley presentado en el Congreso este año, ordenaría a Medicare que reembolse a los hospitales por los nuevos antibióticos de importancia crítica. El proyecto de ley tiene apoyo bipartidista, pero aún no ha avanzado.
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Uno de sus patrocinadores, el senador Bob Casey, demócrata de Pensilvania, dijo que parte de la renuencia a impulsarlo surgió de la sensibilidad política por el aumento de los precios de los medicamentos recetados. “Hay cierta resistencia institucional a cualquier legislación que provea incentivos financieros a las compañías farmacéuticas”, dijo.