El primer ministro de Etiopía Abiy Ahmed, de 43 años, fue elegido este viernes Premio Nobel de la Paz 2019. “Nos sentimos orgullosos como nación”, dijo en una primera reacción según una nota emitida desde su oficina en Addis Abeba.
Entre sus méritos se encuentran la firma de la paz con Eritrea tras un conflicto de dos décadas y su decisiva mediación en el proceso de transición en Sudán, que condujo este mismo año a un acuerdo entre civiles y militares.
Desde que llegó al cargo, el 2 de abril de 2018, ha protagonizado una auténtica revolución democrática en su país. Promovió a la presidencia de su país a Sahle-Work Zewde, la única mujer jefa de Estado en África, y nombró un Gobierno paritario, entre otras profundas reformas.
Con el premio concedido al líder etíope, nacido en 1976 en Beshasha, se quiere “reconocer a todos los actores que trabajan en favor de la paz y la reconciliación en Etiopía y en las regiones del este y noreste de África”, apunta el Comité.
Aunque algunos apuntaban a la adolescente noruega Greta Thunberg, que se ha erigido en un icono de la lucha contra el cambio climático, el Comité Noruego del Nobel decidió entregar el Nobel de la Paz al dirigente africano.
La llegada de Abiy Ahmed al poder significó el advenimiento de nuevos aires en todo el continente, pero sobre todo en Etiopía. Una de sus primeras medidas fue la liberación de miles de presos políticos y dar por terminado el estado de emergencia en su país que había sido usado por el Gobierno anterior para cometer múltiples violaciones de derechos humanos, según refieren organizaciones internacionales.
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Abiy Ahmed, de padre musulmán de la etnia Oromo y madre cristiana ortodoxa de Ahmara, emprendió un camino de profundas reformas en un sistema político marcado por los equilibrios étnicos. Es Ingeniero informático de formación; se unió desde joven al grupo armado que forzó la caída del dictador Mengistu y luego entró al Ejército donde desempeñó tareas de comunicación e inteligencia. De forma paralela comenzó su carrera política en el Partido Democrático Oromo, convirtiéndose en diputado de la coalición gobernante en 2010.
Su afán reformista, que en el ámbito de la economía persigue la liberalización y apertura de la economía en su país, no ha sido bien recibido por todos. El 23 de junio de 2018, apenas tres meses después de su llegada al poder, le lanzaron una granada que le explotó a menos de 20 metros, pero no le causó ningún daño. Las primeras investigaciones apuntaron a sectores involucionistas dentro del Ejército y las fuerzas de seguridad.
El Comité del Nobel ha valorado sobre todo la firma de la paz con Eritrea, un viejo conflicto que enfrentaba a los dos países vecinos y que concluyó con el restablecimiento de las relaciones diplomáticas el 8 de julio de 2018. Pero también sus constantes esfuerzos hacia la paz en Sudán del Sur y en Sudán, donde a instancias de la Unión Africana logró que civiles y militares golpistas firmaran un acuerdo para la creación de un consejo de transición.
Ya el año pasado el premio Nobel de la Paz se fue en parte a África al recibirlo el médico congoleño Denis Mukwege, que lo compartió con la activista iraquí yazidí Nadia Murad, ambos distinguidos por sus esfuerzos para terminar con el uso de la violencia sexual como arma de guerra en conflictos armados.