Los condados de Pensilvania que se han trenzado en crear una turbulencia separatista para boicotear el plan de reapertura dispuesto por el gobernador Tom Wolf, enfrentan consecuencias que no solo afectarán a los gobiernos sino a las empresas de esas regiones.
Un grupo de políticos republicanos hace menos de 48 horas armó una insurrección que fue escuchada por comerciantes de al menos siete condados, quienes se envalentonaron en la arenga y amenazaron con reabrir sus negocios sin tomar en cuenta que las condiciones epidemiológicas frente a la pandemia no son las mejores.
Los condados renegados son Lebanon, Lancaster, York, Bucks, Dauphin, Schuylkill y Beaver. El condado de Cumberland, que estaba incluido desde el principio en la lista, dio un paso atrás, un movimiento inteligente, porque las consecuencias amenazadas por la administración de Wolf por ignorar el plan estatal son bastante duras.
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Este levantamiento mostró el lado invisible del gobernador Tom Wolf, un político moderado que está dispuesto a mostrar algunas jugadas rudas. Las fuertes amenazas de Wolf al parecer hicieron efecto, y la insurrección en los condados “desesperados” fue aplacada porque al parecer no esperaban del moderado gobernador la reacción que mostró al amenazar a todos con eliminar licencias, anular certificados y congelar permisos, amén de cortar los suministros financieros a las dependencias gubernamentales que se sumaran a la desobediencia.
Una explicación sobre la génesis de estos separatistas fue elaborada por el Billy Penn Staff, que realizó un trabajo titulado “¿Qué condados de PA se arriesgan a perder si desafían las órdenes de cierre del Gobernador Wolf”… Los avezados periodistas subtitularon la pieza editorial con la sarcástica expresión: El nombre del lobo (Wolf) no suele aparecer junto a la palabra “ataque”. Pero estos no son tiempos normales.

Billy Penn destacó que el cambio de actitud del gobernador en sus formas de conducta modificó el movimiento de los insurgentes. Esperaban a un gobernador conciliador, pero la respuesta fue contundente, su pase a la ofensiva dejó petrificados a aquellos que pensaban que podían hacer caer las bardas de Harrisburg.
Respondiendo a los funcionarios de al menos siete condados de Pensilvania que expresaron sus planes para desafiar la orden de Wolf de cerrar el negocio, que aún está en vigor en más de la mitad del estado, enmarcó la batalla para reducir la pandemia a una guerra.
Wolf colocó en su retórica semántica bélica, y dijo que “los políticos que decidan ceder ante este coronavirus, deben entender las consecuencias de su acto cobarde (…) están eligiendo desertar ante el enemigo”.
Wolf pasó a esbozar algunas sanciones potenciales bastante feroces por desafiar el plan de reapertura que elaboró junto con la Secretaria de Salud, la Dra. Rachel Levine, incluyendo la pérdida de los fondos de estímulo o las licencias de licor.
A medida que la curva del estado continúa disminuyendo lentamente, rondando un promedio de 1.000 a 1.100 nuevos casos cada día durante la semana pasada, y un total de 3.731 muertes hasta ahora, ¿de dónde provienen estos separatistas?
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Junto con una serie de representantes del Congreso y del Estado, algunos de estos funcionarios del condado no especificaron fechas, mientras que otros declararon su intención de pasar de la fase roja a la amarilla tan pronto como el viernes 15 de mayo. El condado de Cumberland, que estaba originalmente en la lista, aclaró que no tiene intención de contradecir las órdenes de Wolf.
Posiblemente un movimiento inteligente, porque las consecuencias amenazadas por la administración de Wolf por ignorar el plan estatal son bastante duras. Afectan no sólo a los gobiernos, sino también a las empresas de las regiones.