El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, llega este domingo 8 de enero a México con una propuesta para paliar crisis migratorias y la urgencia de frenar los estragos que causa el narcotráfico en territorio estadounidense, especialmente el mortal fentanilo traficado a través de la frontera común.
Biden arribará al país azteca procedente de El Paso, Texas, una expresión dirigida a sus detractores que le reprochan no haber ido nunca a la zona limítrofe de 3.100 kilómetros en dos años de Gobierno.
Las cifras son contundentes. Aproximadamente 2,3 millones de detenciones y expulsiones de migrantes indocumentados en el año fiscal 2022; 108.000 muertes por sobredosis de drogas en 2021, por eso la migración y narcotráfico son temas que estarán en el centro de la reunión de Biden y su homólogo mexicano, el izquierdista Andrés López Obrador, este lunes 9 de enero en Ciudad de México.
El martes 10 de enero se realizará la Cumbre de América del Norte junto con el primer ministro canadiense, Justin Trudeau. “México es particularmente relevante a la hora de tratar ambos problemas agudos, que se han convertido en vulnerabilidades políticas para Biden”, declaró a la AFP Michael Shifter, presidente del centro de análisis Diálogo Interamericano.
En un país donde la migración suele ser un botín electoral, la cuestión puede convertirse en una piedra en el zapato para Biden si decide buscar la reelección en 2024.
Antes de viajar a El Paso, el mandatario estadounidense anunció un programa de migración limitada a cuatro: Cuba, Haití, Nicaragua y Venezuela, sumergidos en profundas crisis económicas y de derechos humanos; aunque el flujo incesante abarca varios países de la región.
Las nuevas medidas contemplan que se permitirá el ingreso mensual de hasta 30.000 personas durante dos años, aunque el propio Biden ha reconocido que esto es apenas un paliativo, y culpa a los republicanos de bloquear un plan más ambicioso. Concertado con México, el programa refuerza por otra parte las expulsiones de quienes ingresen ilegalmente.
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Sin embargo, un plan de refugio fuerte estas nuevas medidas solo empujarán a quienes busquen asilo a situaciones peligrosas, según advierte la ONG Comité Internacional de Rescate.
La migración irregular también resulta problemática para México, cuya frontera se volvió una puerta giratoria ya que miles de migrantes permanecen en su territorio a causa del denominado “Título 42”, una norma sanitaria restrictiva promulgada a raíz de la pandemia del covid-19 que autoriza las expulsiones inmediatas. Fue adoptada por el gobierno de Donald Trump en marzo de 2020, pero la justicia ha impedido eliminarla ante temores de una avalancha aún mayor.
Narcotráfico letal
El encuentro bilateral Biden-López también estará marcado por la fatalidad del fentanilo, una droga sintética 50 veces más potente que la heroína, cuya producción y tráfico son controlados por cárteles mexicanos con precursores químicos provenientes de China, según la agencia antidrogas estadounidense DEA.
Casi dos tercios de las 108.000 muertes por sobredosis registradas en Estados Unidos en 2021 involucraron opioides sintéticos. Y solo en 2022 se incautó más fentanilo del que se necesitaría para matar a toda la población de Estados Unidos, asegura la DEA.
Por ello, Biden busca ampliar el intercambio de información con México sobre precursores y fortalecer la prevención, según dijo el jefe de la diplomacia estadounidense para América Latina, Brian Nichols.
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En 2021, ambos países anunciaron un giro a su política antidrogas para enfocarse en las causas del narcotráfico, luego de 15 años de estrategia con énfasis de participación activa de fuerzas militares. Desde su lanzamiento en 2006, México acumula unos 340.000 asesinatos y miles de desaparecidos, sin que los cárteles se hayan debilitado.
En medio de ese baño de sangre, el Gobierno mexicano ha presentado dos demandas contra fabricantes de armas estadounidenses, a los que acusa de un comercio negligente que empodera a los criminales.
Expertos en seguridad como Ricardo Márquez ven un enfriamiento de la cooperación en el marco de la política de “abrazos, no balazos” de López Obrador, que contrasta con operaciones como la captura, el pasado jueves en Culiacán, de Ovidio Guzmán, hijo de Joaquín “El Chapo” Guzmán, condenado a cadena perpetua en Estados Unidos.
Ovidio Guzmán es señalado como uno de los mayores traficantes de metanfetaminas y su arresto se concretó con saldo de 10 policías y 19 pistoleros muertos. Comenta Márquez que para él la detención de “El Ratón” no afecta la estructura del Cártel de Sinaloa cuyas redes se extienden a 50 países.