Cuando María Isabel Torres Tascón llegó por primera vez a los Estados Unidos, no traía consigo un plan de negocios ni hablaba inglés. No conocía a nadie. Solo tenía una maleta llena de recuerdos caleños, una juventud marcada por la comodidad de ser la hija menor de una familia tradicional, y una fuerza interior que apenas comenzaba a descubrir.
Hoy, casi dos décadas después, es la orgullosa fundadora de La Caleñita Bakery & Café, un rincón de Colombia incrustado con cariño y constancia en el corazón del norte de Philadelphia. Su panadería, ubicada en el 5034 N 5th Street, no solo es un negocio exitoso, sino una embajada afectiva para cientos de latinos que, al cruzar la puerta, sienten que han regresado a casa. La música, los olores, los sabores y, sobre todo, la calidez de María Isabel, son el verdadero secreto de este pequeño pero poderoso emporio de nostalgia y emprendimiento.
Pero su historia está hecha de cicatrices, de sacrificios y de una fe que nunca se quebró, ni siquiera en los días más grises. “El reto más grande fue dejar mi familia. Llegué a un país donde no conocía a nadie y no hablaba el idioma. En Colombia trabajaba en un consultorio dental, y venir aquí fue enfrentar la vida de verdad”, dice sin adornos. Su tono no es de lamento, sino de verdad cruda y resiliente, esa que define a quienes logran no solo sobrevivir, sino construir.
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La vida en Estados Unidos no le dio tregua, pero tampoco la encontró desprevenida. Comenzó desde abajo, trabajando en panaderías locales, aprendiendo no solo recetas, sino también la mecánica interna de lo que algún día sería su propio negocio. “Yo sabía lo difícil que era. Vi de cerca cómo los otros dueños luchaban por sacar adelante su panadería. Pero siempre he sido de las personas que se mentaliza: lo que quiero, lo logro. Siempre quiero más y progresar”.
Ese deseo insaciable de crecer no nació del ego ni de la ambición vacía. Nació de la necesidad. María Isabel entendió que, en tierra ajena, la única forma de no rendirse era avanzar. Con cada madrugada encendida entre hornos y café, con cada cliente que regresaba porque su pandebono sabía “igualito al de Cali”, iba cimentando su sueño. La Caleñita abrió sus puertas oficialmente en 2006, fruto de su alianza personal y profesional con Jerry, un estadounidense que se enamoró no solo de ella, sino también de Colombia y su gastronomía.

“Más que un negocio, queríamos que La Caleñita fuera un lugar donde la gente se sintiera feliz, como si estuviera en su hogar”, dice al recordar esos primeros años, marcados por la ilusión compartida. Él, exdetective de la policía, se convirtió en su cómplice absoluto. En la madrugada, mientras ella se encargaba de amasar el pan, él peinaba a su hija –aunque las coletas no siempre quedaban parejas– y la llevaba al colegio. Iban turnándose la vida como quien se pasa el pan recién hecho: con cuidado, con calor.
Pero en 2019, la vida cambió de golpe. Jerry falleció, y María Isabel tuvo que continuar sola. “Desde entonces me ha tocado aprender a las buenas o a las malas”, confiesa con voz serena, pero firme. La pérdida la enfrentó a una nueva etapa: ser madre, empresaria y sostén sin red de apoyo. Aun así, logró mantener el negocio a flote, acompañar a su hija en la adolescencia –“una edad difícil”, reconoce– y prepararla para la universidad. Una hazaña silenciosa, cotidiana, de esas que no llenan titulares pero sostienen mundos enteros.
El equilibrio entre la empresa y la familia nunca fue sencillo, pero María Isabel supo navegarlo con amor, paciencia y mucha fe. No habla de éxito como una meta, sino como un trayecto en el que no hay fórmulas mágicas. “No es fácil, pero todo con esfuerzo, dedicación y trabajo se logra”, repite como un mantra aprendido en carne propia.
Con humildad, reconoce que su camino estuvo lleno de errores. “Yo fui empírica. Cometí muchos errores porque no sabía nada del negocio, solo tenía una idea. Cuando uno empieza dice: ‘Oh my God, en qué me metí’. Pero aprendí. También creo que lo llevaba en la sangre: mi mamá es empresaria y mi papá fue gerente del Ingenio Manuelita. Algo de eso se me pegó”.
Nunca ha perdido sus raíces

Ese reconocimiento de su herencia familiar no es casual. María Isabel nunca ha perdido sus raíces. Oriunda de Cali, lleva la esencia del Valle en cada producto que sale de su panadería. Su comida es más que alimento: es identidad, es memoria. Por eso, La Caleñita no solo ofrece alimentos, sino una experiencia sensorial que evoca la tierra natal. “Nuestro propósito siempre fue que quien entrara sintiera que estaba en Colombia”, dice. Y lo logra. Con cada arepa, cada buñuelo, cada canción de fondo, transporta a los comensales a sus hogares lejanos.
Este año, su esfuerzo y tenacidad fueron reconocidos en el evento “Colombianos en el Exterior”, organizado por El Sol Latino Newspaper como parte de la serie Latino Connection Series. En el elegante salón de Los Tacos Lounge en Philadelphia, María Isabel fue homenajeada junto a otros connacionales. Pero su historia destacaba entre todas: no solo por su éxito, sino por su autenticidad, por su forma sencilla de contar lo complejo, por su capacidad de inspirar sin pretensión.
Claves para emprender en tierra extranjera
A quienes hoy sueñan con emigrar, ella no les vende ilusiones. Les habla con la honestidad que da el camino andado. “Mi consejo es que se eduquen. Que hagan un plan, que se organicen. No como yo, que aprendí a los golpes. Es mejor estar preparados para que no pasen por todo lo que nosotros pasamos”, advierte con tono maternal, pero firme. La preparación, la planeación y la paciencia son, para ella, claves para emprender en tierra extranjera.
Pero, más allá de las herramientas técnicas, María Isabel insiste en algo más profundo, la fe. Su recorrido ha sido acompañado por una espiritualidad constante, una conversación diaria con Dios que le ha dado fuerza incluso cuando no tenía energía para seguir. En cada decisión, cada desafío, cada nuevo paso, hay una certeza, no está sola. Su historia es, en muchos sentidos, un testimonio de amor por su país, por su familia, por su oficio y por sí misma.
María Isabel Torres Tascón no es una celebridad, pero su historia merece ser contada como la de una heroína moderna. Una mujer que llegó con las manos vacías y el corazón lleno, que convirtió el duelo en motor, el trabajo en arte, y su panadería en un símbolo de perseverancia caleña. Una colombiana que no olvidó sus raíces mientras construía sus alas.
Hoy, en el corazón de Philadelphia, La Caleñita Bakery & Café sigue siendo un hogar para todos los que añoran el sabor del Sur. Y detrás del mostrador, entre bandejas humeantes y sonrisas cálidas, está María Isabel, la mujer que lo horneó todo, con alma, fe y sabor a Colombia.