En asuntos paranormales cualquier comentario es una temeridad. Tal vez Filadelfia sea la única metrópolis de EEUU que tenga una “Entrada al Inframundo”. La edificó el muralista César Viveros y vaya a saberse qué cosas transitarán por allí. La puerta abrió antes del Día de los Muertos. El hito es una oportunidad para entender un concepto de la felicidad azteca en Filadelfia.
La ciudad más grande de Pensilvania ha hecho grandes movimiento para este intercambio cultural. El Philadelphia Department of Parks & Recreation otea el Día de los Muertos como una rica celebración. Combina tradiciones y colores vivos. Está aparejada con orígenes y creencias de las comunidades indígenas al sur del Río Bravo.
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Sin saberlo los filadelfianos ya fueron hechizados. Escucharon la música de “Los Guachinangos”. Hipnóticos miraron a los bailarines “Calpulli Kamastle Xiuhcoatl”. Les resta la celebración en el central del Fleisher Art Memorial y la bike ride to LOVE Park.
La felicidad azteca en Filadelfia
En muchas latitudes de los EEUU se ha creado un sincretismo. La influencia de los vecinos ha sido poderosa. Halloween y el Día de los Muertos se han entreverado. No se trata de la preeminencia de una sobre otra. Más bien lo socialmente hermoso es haber entendido lo que significa cada una de las fechas.

Lynn Sebastian Purcell es profesor Asociado de Filosofía en la State University of New York College at Cortland. Él tiene como objeto de estudio a la felicidad, o como les gusta decir a los filósofos, “concepciones de la buena vida”.
Fue distinguido con el premio de la American Philosophical Association en Pensamiento Latinoamericano. Tiene apoyo financiero del National Endowment of the Humanities, el National Endowment of the Arts, el Programa Nuala Drescher, el Templeton Foundation y The Learning by Giving Foundation.
Entender el Día de los Muertos para un filadelfiano sería imposible sin adentrarse en temas de la buena vida. La felicidad azteca en Filadelfia puede observarse con detenimiento este 2 de noviembre.
Importancia de los antepasados
Según el académico neoyorquino los aztecas pensaban que “recordar a nuestros antepasados ayudaba a equilibrar nuestras vidas. Un balance que requerimos mientras estamos aquí en la Tierra”. Ese equilibrio engendra la felicidad azteca. De allí que el apoyo a nuestros seres queridos en su otra vida en vital. Este es, en esencia, el propósito del Día de los Muertos. El comportamiento en vida y muerte engendra el concepto de la felicidad azteca que junto a los difuntos se comparte en Filadelfia.

Explica Lynn Sebastian Purcell, que cuando morimos, los aztecas creían tres poderes se separaban de nuestros cuerpos. “El ihiyotl, o aliento, se reincorpora inmediatamente a la naturaleza. El tonalli, o fuerza vital, regresa como energía para ser llamada en caso de necesidad. La yolia, o personalidad, sin embargo, viaja a la tierra de los muertos, llamada Mictlán. Allí, soporta una serie de pruebas, como el hambre y los vientos fríos”.
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“Para ayudar en el viaje, la yolia de cada persona va acompañada de un perrito amarillo. También de las ofrendas que le hagan sus seres queridos. Por eso, en varios días del año -no sólo durante el Día de los Muertos- los familiares deben ayudar al yolia de los parientes recientemente fallecidos ofreciéndoles comida, bebida y otros regalos en sus santuarios domésticos”.