La migración venezolana ha dejado de ser un fenómeno coyuntural para convertirse en un proceso estructural con efectos duraderos en América Latina y el Caribe, donde reside cerca del 85% de los más de 7,8 millones de personas que han salido de Venezuela. Así lo señala un informe reciente de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), que destaca además el impacto fiscal positivo que esta población tiene en los países de acogida.
El documento subraya que, una década después de la primera ola migratoria masiva, el éxodo venezolano ya no responde únicamente a la crisis interna del país suramericano, sino que se ha regionalizado y depende también de los contextos políticos, económicos y de seguridad de los países de tránsito y destino. Entre 2022 y 2023 se registró un aumento significativo de la migración hacia Norteamérica, especialmente a Estados Unidos, a través de la peligrosa ruta del tapón del Darién, entre Colombia y Panamá, donde los migrantes enfrentaron condiciones de alto riesgo, violencia y explotación.
Según datos de la plataforma R4V, hasta noviembre de 2025 se contabilizaban 6,9 millones de venezolanos refugiados y migrantes en América Latina y el Caribe. Colombia encabeza la lista de países receptores con 2,8 millones, seguida de Perú (1,6 millones), Brasil (732.272), Chile (669.408) y Ecuador (440.450).
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El informe también resalta que la mayoría de los migrantes venezolanos se encuentra en edad productiva, entre los 18 y 39 años, con promedios de 34 años en Colombia y Perú, y de 36 en Chile y Ecuador. En varios países, esta población presenta niveles educativos técnicos o superiores que superan a los de la población local, aunque con importantes diferencias según el destino.

































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