El concepto de autonomía sigue produciendo un frío en la columna vertebral. Sin embargo esa inseguridad no ha detenido a los emprendedores. Recientemente se llevó a cabo el Indy Autonomous Challenge, una curiosa carrera de bólidos sin pilotos.
El escenario fue en Indianápolis, donde se vieron a las naves superar los 250 km/h. Probablemente no es un desplazamiento de vértigo, pero si la oportunidad de ser copiloto se abriera, a más de una se le helaría la sangre.
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El evento colocó un nuevo hito para los vehículos autónomos. Para los entendidos las dificultades técnicas dentro de un circuito se minimizan. Además el espectáculo es un desafío conceptual que emociona a los fanáticos. La imaginación da para todo y muchos quisieran ver a esas máquinas corriendo en escenarios como el de Monte Carlo.
Indy Autonomous Challenge
Nueve monoplazas fueron los protagonistas de la icónica largada del Indy Autonomous Challenge (IAC). Según el periodista Thomas Urbain, el team ganador, Tum Autonomous Motorsport, obtuvo un millón de dólares. El evento se creó para “demostrar que la tecnología autónoma puede funcionar en condiciones extremas”. La frase corresponde a Paul Mitchell, de la firma ESN, una de las coorganizadoras del evento. La segunda casilla la consiguió el equipo Euroracing.

En principio los autos iban a correr juntos como en las carreras clásicas. Sin embargo los organizadores cambiaron de idean debido a que no todos los equipos estaban a punto. En consecuencia, arrancó uno tras otro, y ganó el que el que dio dos vueltas al circuito con mayor velocidad.
Todos los equipos, formados por estudiantes de todo el mundo, recibieron el mismo automóvil. Se trató de un Dallara IL-15, una especie de pequeño F1. El mismo equipamiento tecnológico que incluye captores, sensores, cámaras, GPS y radares.
Una diferencia a la vista
Lo que marcó la diferencia en la Indy Autonomous Challenge no fue la ausencia de pilotos. El vértigo estuvo en las cuarenta mil líneas de códigos compuestas por cada “equipo”. Son ellas quienes estuvieron al mando del motor. Actuaron junto los receptores y el potente ordenador colocado en el espacio normalmente destinado al conductor.

El equipo del MIT-PITT-RW, el único compuesto íntegramente por estudiantes, echó mano de su automóvil hace solo seis semanas. Así dijo Nayana Suvarna, una estudiante de ingeniería de 22 años que aún no tiene carnet de conducir.
“No sabía nada de carreras de autos”, dice sonriendo, “pero me hice fanática”. El auto MIT-PITT-RW alcanzó 130 km/h en los ensayos.
Otros equipos en la pista
Otros llegaron más lejos. El Dallara del equipo PoliMOVE alcanzó en pruebas 250 km/h en la recta de boxes. Ellos conforman una asociación entre las universidades de Alabama y el Politécnico de Milán. Igual marca registró el vehículo de la facultad muniquesa TUM.
Pero en la siguiente curva, el auto de PoliMOVE dio un trompo y terminó en el césped. “Fue un milagro que no hubiera daños”, dijo Sergio Matteo Savaresi, profesor del Politécnico.
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Sin embargo el problema no lo generó un “bug” sino la tendencia a sobregirar por el patinaje de los neumáticos traseros. “Llevamos el auto al límite”, resume satisfecho Savaresi, que supervisa al equipo PoliMOVE en la Indy Autonomous Challenge. “Un piloto profesional habría hecho exactamente lo mismo”, añadió.