Una “grasa buena” que acumula el cuerpo, ha sido vinculada a una red de neurotransmisores que interactúan con hormonas intestinales para enviar al cerebro un mensaje claro: No deseamos más comida.
El hallazgo publicado por Cell Magazine muestra la relación de la grasa marrón o “grasa buena” con la sensación de saciedad.
El mensaje que llega al cerebro para dictar la orden que detiene la necesidad de comer ha sido investigado.
La “grasa marrón” es conocida por generar calor cuando un animal tiene frío.
Es considerada como una grasa “buena”, pero lo interesante es que interactúa con las hormonas intestinales para transmitir la sensación de saciedad durante una comida.
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La conexión entre el intestino, el cerebro y el tejido marrón es un hallazgo de investigadores de Alemania y Finlandia.
Los científicos demostraron y descubrieron un papel antes desconocido del complejo sistema regulatorio en el control de la ingestión de alimentos.
Martin Klingenspor, presidente de medicina nutricional molecular de la Universidad Técnica de Múnich y principal autor del documento, dijo que “la idea de la grasa marrón como un simple órgano para dar calor debe ser revisada y es necesario prestar más atención a su función en el control del hambre y la saciedad”.
Una protagonista opacada en todo este hallazgo es la hormona gastrointestinal llamada secretina.
Durante una comida la secreción gastrointestinal transmite una señal al cerebro a través de la sangre o a través de los nervios activados del intestino delgado.
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En un estudio con ratones, los científicos encontraron que sin el tejido de grasa marrón, la secretina no podría producir el efecto de supresión del apetito, lo que indica que es el efecto de la secretina sobre la grasa marrón lo que causa la sensación de saciedad.
En otro estudio con 17 voluntarios humanos realizado en Finlandia se midió el consumo de oxígeno del tejido marrón y la asimilación de ácidos grasos en la sangre después de un ayuno nocturno y 30-40 minutos después de una comida.
Los investigadores encontraron que niveles más altos de secretina en la sangre de los sujetos correspondía a una grasa marrón más activa metabólicamente.
Klingenspor considera que el papel de la grasa marrón en el control del hambre y la saciedad la convierte en un objetivo particularmente atractivo para los nuevos enfoques para tratar la obesidad.
Dirigirse a la grasa marrón a través de la secretina podría resultar prometedor para futuras intervenciones nutricionales y farmacológicas contra la obesidad y la enfermedad metabólica, dijo.
Gustavo Rízquez.