Comer en familia trae grandes beneficios no solo individuales sino colectivos. Este acto permite fomentar la comunicación y la unión entre los seres queridos, pero también que las personas crezcan más sanas.
Según un estudio de la Universidad de Rutgers, en Estados Unidos, comer en familia se asocia con un mayor consumo de frutas, verduras, fibras, alimentos ricos en calcio y vitaminas.
Los expertos también destacan que los niños que comen con sus familiares tienden a mostrar índices de masa corporal más bajos, es decir, menos tendencia al sobrepeso y a la obesidad que aquellos que con frecuencia comen solos.
A esto se le suman datos obtenidos de un estudio de la Universidad de Minessota, en Estados Unidos, que revela que los adolescentes que comparten la hora del desayuno, almuerzo y cena con sus padres y familiares comen de manera más sana cuando crecen.
Comer en familia durante la adolescencia implica que al llegar a adultos se ingieren más cantidades de calcio, magnesio, potasio y fibra en la alimentación diaria, según destacan los expertos en la investigación.
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Este acto, además, contribuye a desarrollar de manera positiva la forma en la que los pequeños se expresan, argumentan y comunican. Pero, a su vez, es un momento que les permite a los padres prestar atención al niño, sobre todo si pasan muchas horas fuera de casa trabajando.
El hecho de compartir una comida con los seres queridos es mucho más que disfrutar de un rico alimento.