Las unidades residenciales que están registradas como habitaciones de alquiler, ya sea en modalidad total o parcial, públicas o privadas, presentan en Filadelfia un estado de deterioro superlativo y son consideradas por los expertos como una amenaza para la salud.
De acuerdo a un reporte elaborado por Eileen Divringi y Eliza Wallace, integrantes de los equipos del Banco de la Reserva Federal de Filadelfia y de PolicyMap, Inc, respectivamente, se advierte que 41% de los inquilinos en el área de Filadelfia vive en casas que necesitan reparación.
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Ellas citan además datos obtenidos de investigaciones paralelas realizadas por Matthew Desmond y el sociólogo del MIT Nathan Wilmers y los sociólogos Philip Garboden y Sandra Newman, quienes revisan variables tangenciales del problema y recrean su complejidad.

Es necesario refrescar que la entropía hace su acción en los suburbios que tienen casas que algunas pasan el siglo de haber sido erigidas. Sin embargo la longevidad no es el problema, las cosas no están bien debido a que desde el área pública no se invierte en las reparaciones de las casas de alquiler y los propietarios privados no refaccionan. Esa es la conclusión.
Todos envejecemos
El envejecimiento de las estructuras residenciales de Filadelfia es innegable. “Esto significa que tanto los propietarios como los inquilinos de medios limitados pueden tener dificultades para acceder a una vivienda segura, saludable y físicamente adecuada”, asegura la investigación.
El tema en la urbe más grande de Pensilvania es difícil. Los últimos cálculos de la Reserva Federal de Filadelfia muestran que en 2016 sólo había 30 unidades asequibles y disponibles por cada 100 hogares con ingresos extremadamente bajos en la región.
Las divulgadoras aseguran que “dada la creciente escasez de unidades de alquiler de bajo costo en el área de Filadelfia, no es sorprendente que nuestros datos muestren que es más probable que los inquilinos vivan en viviendas de baja calidad, lo que puede presentar riesgos significativos para la salud y el bienestar de los residentes”.

Y es que el asunto tiene un registro estadístico: Más del 55% de los hogares de la región con ingresos por debajo de la línea de pobreza federal vivían en unidades con algún nivel de deterioro. Más del 60% de los hogares de bajos ingresos con necesidades de reparación estaban encabezados por mujeres solteras, y algo menos del 45% eran hogares con niños, que se cree que son más vulnerables a los efectos negativos sobre la salud física y mental de una vivienda deficiente.
Datos concluyentes
Investigaciones paralelas tiene como hechos que “los dueños de propiedades en vecindarios en apuros pueden ser capaces de extraer grandes beneficios de los inquilinos de bajos ingresos en relación con los inversores en las áreas de ingresos medios y altos”.
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Asimismo se precisó que la mayoría de estas unidades deterioradas no podían salvarse financieramente, en cuyo caso los propietarios podrían considerar económicamente inviable invertir para hacer frente a las condiciones deficientes.
Una pregunta relacionada es si el problema radica principalmente en la incapacidad de inversión de los llamados propietarios “mom-and-pop” que buscan complementar sus ingresos con modestos ingresos de alquiler, o en las grandes empresas de inversión afiliadas a Wall Street que han surgido en el mercado de alquiler después de la recesión.