La política migratoria del presidente Donald Trump ha generado una profunda preocupación entre los agricultores del sur de California, quienes advierten que las redadas y detenciones masivas amenazan no solo la estabilidad del sector agrícola, sino la seguridad alimentaria de Estados Unidos.
Lisa Tate, agricultora de cuarta generación en Ventura, describe la situación como inédita. “Nunca vi una amenaza igual. Esta política solo va a desmantelar toda la economía del campo”, afirmó en entrevista con AFP. Su familia administra ocho haciendas de aguacate, cítricos y café. Según relata, las redadas migratorias han llegado hasta los campos, donde agentes irrumpen sin respetar propiedad privada. “No estamos acostumbrados a ver eso en la agricultura”, dijo.
Tate señala que no solo los jornaleros son afectados, sino toda la cadena alimenticia como camioneros, empacadores, vendedores y comerciantes. “Incluso yo, ciudadana estadounidense, me siento atacada. Todos tenemos miedo”.
El temor también se refleja en el silencio de otros agricultores, quienes declinaron hablar por miedo a represalias. Tate denuncia que su sector ha buscado durante años una solución permanente que no dependa exclusivamente de permisos temporales, pues gran parte de la mano de obra agrícola es inmigrante y sin documentos. Según datos del U.S. Department of Agriculture (USDA), el 42% de los trabajadores del campo carece de autorización legal.
El número de vacantes que califican al programa temporal de visas para el campo prácticamente se triplicó entre 2014 y 2024, según datos del Departamento del Trabajo, lo que da cuenta de la dependencia del sector en mano de obra extranjera para ocupar sus vacantes.
Los agricultores enfrentan una escasez crónica de mano de obra. Y pese a los incentivos, los estadounidenses no están dispuestos a realizar estos trabajos físicos bajo condiciones extremas. “Si sacan a los que realmente trabajan, el campo se paraliza. No solo perderíamos producción, sino que se dispararían los precios y dependeríamos de importaciones”, advirtió Tate.
Silvia, una trabajadora mexicana en Oxnard, ha visto a amigos ser detenidos. Ahora vive con temor de ser separada de sus dos hijas estadounidenses. “Estamos entre la espada y la pared. Si no vamos a trabajar, no comemos. Pero si salimos, podemos toparnos con los agentes”.
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Miguel, con tres décadas en el campo, trabaja en una de las haciendas de Tate. “Todos perdemos”, resume. “Nosotros el empleo, los agricultores la producción, y el país la comida”. Sin papeles, Miguel teme ser arrestado pese a haber trabajado incluso durante la pandemia. “Todo lo que se consume viene del campo. Que tomen conciencia y nos dejen trabajar con dignidad”.