En el laberíntico ejercicio de ser mamá, encontrar la salida para realizar un buen trabajo, suele ser una tarea en la que muchas pierden el camino. Sin embargo los tropiezos son los eventos que aportan la mayor carga de conocimiento y los puntos fundacionales para recrear una buena crianza.
Es un dato ampliamente difundido que no existe una estructura formal a la que las futuras madres o las que están en ejercicio puedan acudir para recibir una instrucción adecuada para enfrentar la exigente actividad de la crianza. Sin embargo la institución familiar ha sido por tradición la fuente de los mejores conocimientos, pero lamentablemente es el mismo lugar de donde provienen los más desastrosos desaciertos.
Alinear una serie de consejos que orienten a la energía de la maternidad a evolucionar en materia de crianza, es un esfuerzo que tiene empeñados a los psicólogos desde el siglo XIX. Un “consejo de oro” que se encuentra al descubierto consiste en que para ser una formadora de seres humanos, las madres deben tener en cuenta que “deben ser un buen modelo a seguir”.
Si el proyecto de la maternidad está en ciernes, o si la actividad ya comenzó, una buena dosis de introspección y ayuda profesional para apartar “escombros emocionales” es una buena idea.
Una vida rica en valores, una sana disposición emocional y la conciencia de que se está delante de un desafío, son variables importantes a tener en cuenta para asumir la crianza de los hijos.
Preparase para ser mamá va más allá de los aspectos nutricionales, sanitarios, inmunológicos y de provisión. Ser madre en esta sociedad conlleva a una responsabilidad. Los niños pequeños aprenden mucho sobre cómo actuar al observar a sus padres. Cuanto más pequeño, más lo imitan.
Los profesionales estudiosos del comportamiento humano, han llegado a la conclusión que “la presencia” y la calidad del tiempo que ofrezcan los padres es vital para edificar futuros hombres y mujeres de bien.
Pero eso no es suficiente. Los niños deben estar al lado de personas que actúen coherente, consistentemente y sin desmayo de forma apropiada y que además sepan caer y reconocer sus errores cuando como padres fallen.

Abundancia en madurez, formas de cortesía, de nuestra interacción con terceros y una vida llena en honestidad, humildad, tenacidad, trabajo, amor, colaboración, solidaridad, trabajo, entrega, amistad, hermandad, unión, fraternidad, devoción, pasión y muchas de las más excelsas virtudes, podremos trasladarlas a nuestros hijos de la mejor manera si parte de nosotros su práctica.
Tenemos que tener siempre presente que nuestros hijos nos están observando. Los estudios han demostrado que, por lo general, los niños que dan golpes imitan el modelo de agresión de sus casas.
Sirva de ejemplo de las cualidades que desea cultivar en sus hijos: respeto, cordialidad, honestidad, amabilidad, tolerancia. Sea generoso. Haga cosas por los demás sin esperar una retribución. Exprese su agradecimiento y haga elogios. Por sobre todo, trate a sus hijos del mismo modo que espera que otras personas lo traten a usted.