Nayib Bukele es un dictador con respaldo. El rótulo de autoritario fue colocado por él mismo en su cuenta Twitter. El descendiente de palestinos nació en la capital de su país en 1981. Tiene su ombligo político enterrado en Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional. Con ellos se hizo alcalde de Nuevo Cuscatlán y de San Salvador. Llegó a la Casa Presidencial tras ganar en 2019 las elecciones junto a la Gran Alianza por la Unidad Nacional. Casi todo el país lo ama y muy pocos lo odian… por ahora.
Bukele es señalado frecuentemente como autoritario. Lleva la marca desde los tiempos en que fue burgomaestre. Ha desplegado estrategias para la reconfiguración del poder en la nación. Su gobierno es de origen legítimo, al igual que el de sus aliados que controlan la Asamblea Legislativa. No obstante al parecer desconoce el uso de las transiciones y no cree en la humana “resistencia al cambio”.
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Las amarguras de sus opositores se deben al logro de varias victorias políticas. La génesis de su renovada tacha de autoritario renació con la destitución de los magistrados de la Sala de lo Constitucional. Asimismo con una nueva Corte logró ser habilitado para la reelección presidencial. Además por decreto jubiló a magistrados y fiscales mayores de 60 años o con 30 años de servicios. Así, de un plumazo, se deshizo de un tercio de los letrados.
Bukele es un dictador popular
Mneesha Gellman, es profesora Asociada de Ciencias Políticas en Emerson College. Ella escribió un trabajo en el que dijo que “los legisladores salvadoreños apoyaron la purga de Bukele de sus supuestos opositores. Y las últimas encuestas muestran que más del 90% de los salvadoreños siguen apoyando al presidente”.

Como antecedente la catedrática explicó que la Corte y la Fiscalía estaban entre los únicos contrapesos del Poder Ejecutivo. Todo cambió cuando el partido Nuevas Ideas de Bukele obtuvo una supermayoría en el Congreso en marzo de 2021. Ganaron las elecciones con más del 65% de los votos.
Durante la pandemia, el poder judicial salvadoreño criticó el uso de los poderes de emergencia por parte del presidente. Llegó a tacharlos de inconstitucionales. Ese enfrentamiento dio más forma a la idea: Bukele es un dictador. El gobernante desafió a los tribunales y finalmente destituyó a los magistrados y al fiscal general.
¿Una táctica presidencial?
La óptica de Bukele se mostró en un discurso pronunciado el 15 de septiembre. Habló con motivo del bicentenario de la Independencia de Centroamérica. El mandatario cuestionó a sus opositores que le tildan de dictador.
“Aquí no hay una dictadura. Aquí hay una democracia que se ha expresado libremente en las urnas y no una sino dos veces”, sostuvo. Aludió a su triunfo en las presidenciales de 2019 y al de sus aliados en las legislativas de 2021.
Sin embargo para la directora del Instituto de Opinión Pública de la Universidad Centroamericana (UCA) hay claro autoritarismo. La politóloga Laura Andrade calificó de “golpes” los cambios en la Corte Suprema de Justicia y a la Fiscalía.
Al usar el concepto de dictador como parte de su perfil digital el presidente “está tratando que las personas normalicen este calificativo”. Esa es la opinión de Andrade. Ella indicó que eso “es un riesgo en términos de cultura política en El Salvador”.
“Bukele es un dictador”, así está escrito en su perfil de Twitter. Andrade subrayó que “el uso de la burla” es una señal. Es la “típica forma de reaccionar ante cualquier cuestionamiento” que tiene el presidente”.
En el fondo, según Andrade, “es una táctica para que la gente trate de normalizar que es correcto el reproche a las voces críticas, que es correcto el abuso”.
En sus cuentas de Instagram y Facebook seguía describiéndose como “Papá de Layla”, el nombre de su hija.
Los riesgos de las disrupciones
Muchos gobiernos se han formado y “avanzado con cambios drásticos” de forma legítima tras un parto disruptivo. La presidencia de Donald Trump podría estar fácilmente en ese perfil. Sin embargo los politólogos siempre tienen reparos con la calidad de la “legitimidad de origen”.

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La profesora de Emerson College, Mneesha Gellman, recordó que “Bukele llegó al poder en 2019 gracias a una marea de votantes”. Los sufragistas estaban “agotados por el statu quo salvadoreño”. Ella lo delineó como una “profunda desigualdad, violencia crónica y corrupción endémica. Los votantes tenían la esperanza de algo diferente. Poco después, empezaron las tomas de poder autoritarias”. La democracia en El Salvador es joven al igual que su Presidente. Hay que esperar para saber cuánta agua pasará bajo el puente antes de que otra disrupción venga.