El Departamento de Agua de la Ciudad de Filadelfia está haciendo ingentes esfuerzos para convencer a la población de que beber “Schuylkill Punch” sale doscientas veces más económico que pagar por agua embotellada.
La desconfianza en relación a la “calidad del agua del grifo” es un tema nacional, no obstante la Ciudad del Amor Fraterno tiene investigaciones que la perfilan como la urbe con la mejor calidad de agua pública del país.
Sin embargo eso poco importa a las minorías étnicas y a las personas de bajos recursos, quienes tienen registros en su ADN de situaciones donde el envenenamiento colectivo, o como los experimentos de sífilis de Tuskegee, Alabama, en negros en el siglo XX, ha contaminado la confianza en las relaciones con las comunidades minoritarias.

El agua que sale por las tuberías de Filadelfia es captada del cauce del río Schuylkill y posteriormente es debidamente tratada. No obstante en la ecuación de confianza existe una caja negra, debido a que el Departamento de Agua no conoce con exactitud, el número de viviendas que aun surten a los residentes del vital líquido a través de tuberías de plomo.
El caso Newark no ayuda
De acuerdo a un reporte elaborado por National Public Radio (NPR) en Filadelfia, el Departamento de Agua ha diseñado una campaña atractiva para convencer a los residentes de que beban agua del grifo.
A las afueras del ayuntamiento ha estado Phillie, la verde y peluda mascota de los Phillies de Philadelphia, quien ha llegado en auxilio para hacer de la campaña a favor del “ponche de agua de griofo” o “Schuylkill Punch”, una experiencia seductora.
Sin embargo las fuerzas de las circunstancias no colocan a la actividad en una posición fácil. De acuerdo al reporte de NPR en otras ciudades como Flint y, más recientemente, Newark, que está a sólo una hora y media al norte de Filadelfia, el Departamento de Agua de Filadelfia dice que todas las tuberías de agua están libres de plomo, pero eso no significa que el líquido esté libre de riesgos.

El departamento estima que alrededor de 20 mil hogares en la ciudad tienen líneas de servicio de plomo, y no hay un inventario oficial de cuáles son. Asher Rosinger, del Laboratorio de Agua, Salud y Nutrición de Penn State, dice que combinado con los eventos en Flint y Newark pone nerviosos a algunos filadelfenses con respecto al agua del grifo.
La tarea no es fácil
Todo es parte de un esfuerzo por cambiar la marca del agua de la ciudad y difundir el mensaje de que el agua no sólo es segura para beber sino que excede las normas de seguridad de la EPA.
El Departamento de Agua además ha acudido a la figura de los “embajadores del agua”.
Es el caso de Luz Crespo, quien ejerce su influencia en un área cercana de la estación de tren de Temple University. Ella dice que ha recibido una buena respuesta hasta ahora, pero con la cercana crisis de plomo de Newark en todas las noticias algunas personas no le creen que el agua es segura.